Por: Javier Biardeau R
Lugar y fecha de publicación: Aporrea / 10/08/08
Lo debemos a Ludovico Silva poder distinguir entre marxistas, marxianos y marxólogos. Las hermeneúticas sobre la obra de Marx son inagotables, y por eso Marx es una figura central del pensamiento histórico-social. Una cosa es acercarse a la obra de Marx, destacando la “multiplicidad de Marx (el fecundo trabajo de Juan Barreto es uno de los escasísimos ejemplos a la reflexión teórico-ideológico de un militante político y de quién ha atravesado el ejercicio de diversas responsabilidades en la dirección política del proceso bolivariano). Otra cosa es colocarse en el lugar de la verdad codificada por cualquier variante de “marxismo institucional”: de la II Internacional o de cuño marxista-leninista. Ludovico Silva acertó. Hay que realizar claras distinciones y complejizar a Marx. Su obra supera las visiones limitadas que en los primeros treinta años del siglo XX circularon como “doctrinas oficiales”. Esto demuestra que los codificadores de un pensamiento realizan en muchos casos claras adulteraciones y sobre-interpretaciones, para generar la impresión de un sistema cerrado de ideas, categorías y conceptos. De allí surgen las voces hegemónicas de una determinada codificación. Y finalmente, los administradores de una presunta línea política; un paralelismo obvio con aquellas configuraciones religiosas que dependen de la verdad revelada desde un texto considerado sagrado. Pero la obra de Marx merece un tratamiento crítico.
Marx fue un defensor del vínculo orgánico entre el movimiento democrático de masas y el movimiento comunista. Antes de Marx, los diversos utopismos fueron elitistas y antidemocráticos en lo esencial. Pretendían imponer un modelo prefabricado, un plan que debería ser aplicado desde arriba o desde una dictadura político-educativa. Estos eran hostiles a la idea de transformar la sociedad desde abajo, por medio de la inquietante intervención de las masas en busca de su liberación. El movimiento socialista, antes de Marx, se articuló muy poco a la línea de la democracia desde abajo. Esta intersección, fue la gran contribución de Marx, y de allí su lugar destacado en la fundación de un pensamiento contra-hegemónico. Marx unió el socialismo revolucionario con la democracia desde abajo, una democracia que demolía el fetichismo institucional del Estado representativo. Éste es el corazón vital del pensamiento marxiano. Cualquier ruptura del vínculo entre democracia y socialismo, puede llamarse cualquier cosa menos pensamiento marxiano. Retomando a Flora Tristan, Marx expresó que “la emancipación de los trabajadores debería ser obra de los trabajadores mismos"; es decir, auto-emancipación social. Todavía hoy, Marx permite una inmunización contra la ilusión fetichista en un Déspota Salvador. Marx desconfiaba del Socialismo de Estado al igual que del Bonapartismo. Se incorporó a la política como editor de un periódico que era el órgano del ala izquierda de la democracia liberal en la industrializada zona del Rin, y pronto se convirtió en la principal expresión editorial de toda la democracia política en Alemania. Su primer artículo fue una polémica en favor de una ilimitada libertad de prensa frente a cualquier censura estatal ¡Nada más y nada menos! Pero así mismo dirigió sus dardos críticos hacia la propiedad privada, y hacia las penalizaciones que sobre los que nada poseían se realizaba para defender este sacrosanto “derecho natural”. Esto basto para que el gobierno imperial impusiera su destitución y su expulsión. De allí, Marx comprendió que las nuevas ideas socialistas superaban el “estrecho horizonte burgués”. Fue en contacto con el socialismo, que el término democracia cobró un significado más amplio en lo político y en lo social, criticando el carácter falso y restringido de la democracia liberal-censitaria. En notas manuscritas hechas en 1844, rechazó el existente "comunismo vulgar" que negaba el pleno desarrollo de las potencias de la personalidad humana. Marx aspiraba a un comunismo que sería un "humanismo totalmente desarrollado", donde la libertad ampliada contrastaba con la libertad restringida de los individuos-propietarios.
En 1845, él y su amigo Engels elaboraron una argumentación contra el elitismo de una corriente socialista representada por Bruno Bauer. En 1846 organizaron los "Comunistas democráticos alemanes" en el exilio de Bruselas, y Engels escribió: "en nuestra época, democracia y comunismo son la misma cosa"; es decir, “el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa” (Manifiesto Comunista). La nueva idea comunista se unía aspiraciones democráticas de masas, entrando en conflicto con las sectas comunistas existentes, que soñaban en dictaduras mesiánicas. En el periódico editado en 1847, pocos meses antes del Manifiesto Comunista, la Liga de los Comunistas anunció: No nos encontramos entre esos comunistas que aspiran a destruir la libertad personal, que desean convertir el mundo en un enorme cuartel o en un gigantesco asilo. Es verdad que existen algunos comunistas que, de forma simplista, se niegan a tolerar la libertad personal y desearían eliminarla del mundo, porque consideran que es un obstáculo a la completa armonía. Pero nosotros no tenemos ninguna intención de cambiar libertad por igualdad. Estamos convencidos... de que en ningún orden social podrá asegurarse la libertad personal tanto como en una sociedad basada sobre la propiedad comunal... Pongámonos a trabajar para establecer un estado democrático en el que cada partido podría ganar, hablando o por escrito, a la mayoría para sus ideas...Una lección para muchos seudo-marxistas, que siguen soñando, al igual que las fantasías paranoicas de la derecha, con dictaduras encubiertas, en vez de profundizar y radicalizar la democracia.
El Manifiesto Comunista, resultado de estas discusiones, proclamó que el primer objetivo de la revolución era "ganar la batalla de la democracia". Cuando, dos años más tarde y después del declive de las revoluciones de 1848, la Liga Comunista se rompió, estaba una vez más en conflicto con el "comunismo vulgar" de los putschistas, que querían sustituir con determinadas bandas de revolucionarios al movimiento de masas real de una clase trabajadora consciente. Marx les dijo:
La minoría... convierte a la mera voluntad en la fuerza motor de la revolución, en vez de las relaciones reales. Allá donde nosotros decimos a los trabajadores: "Tendréis que pasar por quince, veinte o cincuenta años de guerras civiles e internacionales, no sólo para cambiar las condiciones existentes, sino también para cambiaros a vosotros mismos y capacitaros para la dominación política", vosotros, por vuestra parte, decís a los trabajadores: "Debemos alcanzar el poder en seguida, o, en caso contrario, irnos a dormir".
"Para cambiaros a vosotros mismos y capacitaros para la dominación política": éste es el programa de Marx para el movimiento obrero, en contra tanto de aquéllos que dicen que los trabajadores pueden tomar el poder cualquier domingo como de los que dicen que nunca podrán hacerlo. Así nació el marxismo, en lucha autoconsciente contra los abogados de la dictadura educativa, de los dictadores salvadores, de los revolucionarios elitistas, de los comunistas autoritarios, de los bienhechores filantrópicos y de los liberales burgueses. Éste era el marxismo de Marx, no las monstruosas caricaturas que, con tal etiqueta, predican los profesores del establishment, que se estremecen con el irreconciliable espíritu de oposición revolucionaria al status quo capitalista existente en Marx, y también los estalinistas y neo-estalinistas, que tienen que ocultar que Marx declaró la guerra a todos los de su género.
"Finalmente fue Marx quien enlazó las dos ideas de socialismo y democracia" porque él desarrolló una teoría que hacía posible por primera vez esa síntesis. (La cita es de la autobiografía de H. G. Wells. El inventor de las utopías, del socialismo desde arriba, más lóbregas de toda la literatura, aquí denuncia a Marx por este paso histórico.)
El corazón de la teoría es la siguiente proposición: existe una mayoría social con interés y motivos para cambiar el sistema, y que la intención del socialismo puede ser la educación y la movilización de esta masa mayoritaria. La clase explotada, la clase obrera, es, en definitiva, la fuerza motriz de la revolución. Por tanto, un socialismo desde abajo es posible, sobre la base de una teoría que ve las potencialidades revolucionarias en las amplias masas, incluso si parecen atrasadas en determinado momento y lugar. El Capital, al fin y al cabo, no es otra cosa que la demostración de la base económica de esta perspectiva.
Sólo una teoría del socialismo obrero de este tipo hace posible la fusión del socialismo revolucionario con la democracia revolucionaria. No estamos ahora argumentando nuestro convencimiento de que esta creencia está justificada, sino únicamente insistiendo en la alternativa: todos los socialistas o pretendidos reformadores que la repudian están obligados a asumir algún tipo de socialismo desde arriba, ya sea reformista, utópico, burocrático, estalinista, maoísta o castrista. Y así lo hacen.
Cinco años antes del Manifiesto Comunista, un joven de 23 años recientemente convertido al socialismo escribía todavía dentro de la vieja tradición elitista: "Podemos reclutar adherentes en aquellas clases que han gozado de una bastante buena educación, esto es, en las universidades y entre los comerciantes..." El joven Engels aprendió rápido; pero este obsoleto juicio está todavía entre nosotros.
jbiardeau@gmail.com
domingo, 10 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Saludos.
Interesante artículo, sin embargo hay ciertas contradicciones que me llaman la atención y quisiera que me dieran su opinión como colectivo llamado "Lumpen".
Acá una cita de Marx:
"Dirigirse al trabajador sin una idea rigurosamente científica y sin una doctrina positiva, esto es, fundamentada en la realidad críticamente interpretada, equivale a hacer el juego llamado de los predicadores, juego vano y deshonesto, en el que, de una parte, debe participar un profeta inspirado, y de otra se admite solamente a unos asnos que le escuchan con la boca abierta. La ignorancia jamás ha ayudado a nadie y mucho menos los puntos de vista del lumpen-proletariado".
¿Cómo creen ustedes que esta cita se afilia o contradice con la cita que ustedes colocan al final de Engels?, otra pregunta es que, siendo un colectivo marxista, por qué hacer apología del lumpen como colectivo?, me gustaría saber su opinión.
gracias por su amplitud al debate.
Hola, formo parte del colectivo el lumpen. Debo aclarar que este blog tiene por objeto la publicación de artículos o cosas que pudieran generar debates, como el que propones, sin embargo, si el articulo no está firmado por colectivo el lumpen, quiere decir que no lo hicimos ninguno de nosotros.
El artículo del Profesor Biardeu ha generado bastante polémica desde su publicación, sin embargo, su correo está pegado al final del mismo, sugeríría discutirlo con el directamente.
Por otro lado (y puedes verificarlo por otras fuentes) este colectivo lleva por nombre el Lumpen, más que por su significancia (que es mucha, válida y afortunada) está relacionada a un editorial que el Sr. Miguel Enrique Otero del periódico venezolano el Nacional (a quien irrespetuosamente llamamos el Bobolongo y a su periódico El Nazi-onal)escribió en el año 2002, cuando al referirse a una marcha chavista, se refirió a los lumpen, desdentados y con una carterita (de caña) debajo del brazo. Nosotros como forma de reivindicación y burla sacamos para la época un periódico mural, transformándose tras los años en una editorial (Ediciones Libérrimas El Lumpen), en un Colectivo y en otras ramificaciones... así que nuestro nombre tiene que ver mucho más con un acontecimiento dentro del proceso histórico venezolano.
En estos momentos no voy a responder a tu pregunta, pero si me pareció importante explicar este aspecto.
Un abrazo
MELISA MAYTIN M
Ok Melisa, muchas gracias por responder.
Entiendo la iniciativa de llamar al colectivo de esa manera, como respuesta a la "simpatía" del susodicho. Creo que ese señor que mencionas pues demuestra por sí mismo, la calidad de gente que es, al referirse a cualquier persona como "desdentado".
Sin embargo, fíjense que Marx también era muy despectivo con el sector que él consideraba Lumpen. Hay que tener cuidado con todo este discurso porque hay muchas conchas de mango, no es tan fácil eso de ser "revolucionario" como a veces creemos que somos. Hay muchas contradicciones y hay que estudiar e investigar muchísimo, por eso no comparto mucho la opinión del artículo. No creo que sea favorable hacer apologías contrarias a lo que promulgamos sólo por molestar a un nazi.
Nos comunicamos.
Un abrazo.
Publicar un comentario