jueves, 4 de diciembre de 2008

Dos grandes temas de Ludovico Silva

Piedras a la conciencia para que sea un arma, la filosofía en su lugar

Por: Luis Enrique Millán Arteaga*
Fecha de publicación: 03/12/08 en Aporrea


Mis ángeles son ángeles con sexo.

Yo, nada teológico, pero erecto y divino veo una mujer ángel en mis sueños

Ludovico Silva “El Sexo de los ángeles”


Podemos identificar en el trabajo de Ludovico Silva dos grandes temas, uno, el más amplio, de ambiciosa generalidad, no necesariamente de universalidad, es el referente a la cultura, su concepto de Contra-cultura. El otro, como desarrollo del concepto que denuncia la esencia depredadora del capitalismo, como desenvolvimiento histórico de la noción que señala la falsa condición de libertad en la que el obrero se desenvuelve, la Plusvalía Ideológica. Ahora, es necesario, a la par que identificamos, correr apresurados a defender lo identificado, defenderlo de ingratos y traicioneros ataques, uno de ellos, el más efectivo, y paradójicamente hecho muchas veces desde pretensiones ludoviquistas, es el que atrapa a ambos temas en la fosa común de las filosofías infértiles, agujero donde yacen, como momias coherentes, grandes herramientas de acción junto a los grandes e inertes sistemas filosóficos. Diremos entonces, con lo anterior, que la pelea que hay que dar por Ludovico, es la misma que Ludovico dio por Marx y su obra. Ésta pelea es, con todo el escozor que pueda producir, una pelea Contra-filosófica.

Ambos conceptos, ambos temas, no pueden pretenderse como objetos de especulación, como joyas del pensamiento intelectual venezolano, como los asexuados ángeles de la cristiandad. Dichos objetos deben aterrizar, ensuciarse, deben pasar a manos de los trabajadores, de los estudiantes, de los líderes comunitarios, de los activistas políticos, líderes campesinos, sectores políticamente avanzados de la egoísta clase media, amas de casa, en fin, deben traficarse como armas de manufactura casera, deben perder brillo, para hacerse profundas herramientas de acción política y social, y en ese espacio, el espacio de pelea y de batalla transformadora, como bien lo dijo el camarada Marx, no caben los filósofos, no caben las almas de oro y plata, es un espacio para los hombres y mujeres de bronce.

El concepto de Contra-cultura es la gran concepción de síntesis de la obra de Ludovico Silva. Tiene su origen en una definición muy seria, en potencial y vertiginoso tono de crítica, viene de la definición de cultura que Ludovico toma del economista marxista Samir Amin: “Para nosotros, la cultura es el modo de organización de la utilización de los valores de uso” (Amin, pág. 8). Inmediatamente saltan a la mente, se hacen concretos, los conceptos de Valor de uso y Valor de cambio. El gran problema es hacer de dicha definición una herramienta. Si no se desarrolla claridad sobre el avance de la visión mercantilista de la realidad llevada históricamente a cabo por el sistema capitalista mundial, difícilmente el concepto de Cultura dado por Samir Amin será provechoso para las luchas obreras.

Cuando hacemos referencia a la cualidad “categorial” del concepto de Contra-cultura, el énfasis está, no sólo en la manera que dicho concepto organiza la diversidad de producción teórica de Ludovico. Sus obras sobre poesía, crítica literaria, ensayo, temas políticos, los conceptos de alienación rastreados a lo largo y ancho de la obra marxiana, su crítica a los mass-media como potente y actual escenario de dominación capitalista, sino también, en la identificación de la relación antagónica en un escenario tradicionalmente estable, de acuerdo a la visión burguesa de la cultura. De manera similar podríamos considerar al concepto gramsciano de “bloque histórico”, sólo que no cae, como lo hacen Gramsci y sus acólitos, en la trampa del consenso que sustituye a la confrontación violenta.

No es que pensemos en el antagonismo cultura-contracultura de la misma manera que en Gramsci se concibe al Bloque Histórico, como una síntesis entre lo estructural y el conjunto de la superestructura, tales conceptos fueron, de paso criticados en su comprensión por Ludovico. Es más bien, como solución sintética, un concepto con la misma pretensión de totalidad, con la misma intensión de sistematicidad. Es necesario dejar claro, invitar a Gramsci es también ponerlo en su lugar, que la visión de la cultura que tiene Ludovico, no es, ni de cerca, la propuesta por Gramsci. Mientras el italiano, distanciándose de Marx, considera determinantes en primer orden a los elementos culturales sobre los estructurales, Ludovico, haciendo uso de la extraordinariamente simple definición de Samir, conecta el problema cultural con la determinante realidad de las relaciones de producción, además de incorporar, en el espacio aparentemente neutro de la cultura, la clave dialéctica, propia de la forma de expresión marxista.

Decíamos entonces, antes de este rodeo aclaratorio, que los conceptos de valor de uso y valor de cambio entran en acción, y son, desde sus inicios aristotélicos, herramientas que Marx revive, y que en la actualidad, nos permiten una perspectiva de acción y de transformación revolucionaria. Adam Smith consideraba como “natural” la propensión del hombre a trocar y cambiar una cosa por otra, desde allí, el pensador liberal, El invocar el pensamiento del inglés defensor de los intereses burgueses, tiene como fin señalar una clara determinación de nuestro capitalismo doméstico: el retroceso de los valores de uso ante el avance de la mercantilización de todos los espacios de la realidad, fondo contra el que se proyecta la reivindicación de la utilidad de los productos del trabajo humano como forma necesaria del avance hacia el socialismo.

Desde esta perspectiva de la concepción de la cultura podemos entender diversas formas de acción, establecer la conexión con las relaciones de producción, comprender el fenómeno del avance capitalista en la dirección de la visión mercantilista, y, mucho más allá, identificar el conflicto solapado en apariencia, pero de altísima intensidad, que se da a nivel de las formas de penetración cultural del capitalismo y las acciones contraculturales en el seno del avance del socialismo. Leemos de Ludovico:

Nada de extraño tiene pues, que el arte y la ciencia auténticos, cuando se logran desideologizar, sea en esos países un anti-arte y una anti-ciencia, es decir, una contracultura. La sociedad capitalista expresa su alienación a través de una profunda deshumanización de las relaciones sociales, todas ellas basadas en el dinero. Sólo su contracultura, sus científicos y artistas rebeldes y radicales, se encargan, aunque minoritariamente, de recordarle a esa sociedad que ninguna civilización es verdaderamente grande si no asume como primera función el humanismo. (Silva, 2006, pág. 20)

En la concreción del concepto de Contracultura, Ludovico hace una crítica del concepto de “superestructura”. Tal término, superestruktur, muy poco utilizado por Marx en sus textos, y de carácter netamente figurativo, sustituye, erradamente, al término ueberbau, cuya significación: fachada, parte visible de un edificio, es más adecuada, ya que no es solidaria con el error interpretativo de separar a la sociedad en dos “niveles”, error que pone a los marxistas y marxólogos a hablar en una suerte de jerga platónica, como si el problema de la ideología estuviera flotando, en la superestructura, por encima de la estructura material.

Dice Ludovico, en torno a la superestructura, entendida como una metáfora de Marx hecha en 1859, que está dividida en dos grandes regiones: la ideológica y la cultural, división específicamente analítica, lo cual nos pone en contacto con elementos abstractos que deben ser entendidos dialécticamente, de lo cual podemos entender la íntima relación entre dichas regiones. Tal análisis pone en evidencia el trabajo hecho desde ciertos campos de actividad “técnica”, “científica”, a favor de la conservación del poder de la clase burguesa. El mismo Marx, podemos leerlo en el libro El Estilo Literario de Marx, de Ludovico (Silva, 2007), asume en su obra, a la par de una estructura, de un esqueleto científico, la dinámica de una musculatura expresiva. El recurso a la literatura, la poesía, al igual que tomar de los sistemas filosóficos infinidad de metáforas, es utilizado de forma magistral por Marx, siendo cada una de sus obras publicadas, durante su vida, ejemplos de armonía expresiva junto a filosa crítica y profundidad científica.

En ese escenario de íntimo intercambio histórico-social, entre la ideología y la cultura, podemos ubicar el concepto de plusvalía ideológica. Leamos algo previamente escrito por Ludovico, al definir ideología:

El lugar social de la ideología está, hoy, en los medios de comunicación –como antes lo estaba en los libros y en el parlamento- y su lugar individual reside en lo que Freud llamaba el Preconsciente de la psique humana, lugar que Lacan describe como “estructurado como un leguaje”. (Silva, 2006, pág. 29)

La intención es clara, Marx tocó muchas veces el problema de la cultura, Ludovico señala pasajes de El Capital donde, desde la particular forma crítica de Marx, esto es, el desenmascaramiento, se hacen señalamientos sobre la valoración del hombre de trabajo en cuanto a su enfrentamiento con la cultura hecha capital. Pero hay más, la responsabilidad del marxista es la de, constantemente, sacar chispas y fuego de los textos e ideas de Marx. Si un día nada original sale de sus palabras y acciones, será el clarín que llame a nuevas construcciones para la transformación. Ludovico incorpora, no sólo la actualidad, hoy de urgente revisión, del peligro mass-mediático, sino que, de forma coherente, asume a la teoría freudiana, con clara conciencia de ser, el hombre de Freud, un hombre histórico y social. Dice más adelante:

En los niños que han nacido con la televisión, las representaciones ideológicas, esencialmente comerciales, pueden asumir el carácter de la representación inconsciente; pero en la mayoría de los casos, se trata de un condicionamiento de la Preconciencia, que a través de los mensajes y pseudoculturales se convierte en la más leal defensora inconsciente del sistema de explotación. (Silva, 2006, pág. 29)

Más adelante, casi que inmediatamente, remata la definición poniendo en el escenario el concepto de Plusvalía Ideológica:

Ello engendra en el psiquismo humano eso que Marx llamaba “fetichismo” y que yo prefiero llamar “producción de plusvalía ideológica”, que consiste en todo el excedente de energía psíquica que se pone al servicio del capital, transformada en verdadero “capital ideológico” del sistema, puesto al servicio del capital material. (Silva, 2006, págs. 29-30)

Es necesario hacer aquí varias aclaratorias. Al abordar lo relacionado con el valor de la fuerza de trabajo, elemento fundamental para entender el origen de la plusvalía, Marx hace la siguiente precisión: “El valor de la fuerza de trabajo se determina, como en el caso de cualquiera otra mercancía, por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y, en consecuencia, también para la reproducción de este artículo especial (…)” (Marx, 1975, págs. 189-190), debe quedar claro -para fines no simplemente contemplativos-, que, entender el origen de la plusvalía, es entender también el carácter del concepto de plusvalía ideológica. Entender sus formas de evolución históricas, entender su forma de desarrollo presente, su alcance y presencia más allá del espacio de labor, su permanencia a lo interno de la psiquis del trabajador, del niño, de la mujer y el hombre atrapado por los mecanismos ideológicos cada vez más poderosos. El espacio de acción de la plusvalía ideológica, es justamente el espacio de la reproducción de la fuerza de trabajo, leemos más de Marx: “(…) en otras palabras, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de subsistencia necesarios para el mantenimiento del trabajador (…). Sus medios de subsistencia deben (…) ser suficientes para mantenerlo en su estado normal como individuo laborante. (Marx, 1975, págs. 189-190).

Pero ese mecanismo, que arroja como efecto el “mantener” al trabajador en actitud laborante, no sólo es atribuible a las necesidades biológicas, no sólo tiene un origen “natural”, no; tras ese fenómeno se halla toda una estructura de confusión y enajenación, no sólo alcanza al obrero esta estructura de indetenible dinámica. Funciona en su familia, sus hijos, sus referentes morales, va acumulándose en su psiquis, arroja de su mente las justas objeciones a sus privaciones, y las sustituye por necesidades falsas, se va acumulando y orientándose a hacer del obrero mismo, el principal defensor de un esquema de explotación en el que deja la vida.

La plusvalía ideológica no refiere a un proceso análogo, en sentido estricto, a la producción de valor que refiere la plusvalía material. Es justamente en el proceso de reproducción, justo cuando se ponen en acción formas no materiales de justificación de la explotación, justo cuando el obrero debe decidir entre rechazar situaciones indignas, y el llamado coherente, desde la perceptiva social capitalista, a ser responsable, a ser un ejemplo, es allí mismo cuando podemos ver en acción el “capital” ideológico que resguarda un orden nada estático. Leamos un poco más a Ludovico:

Yo diría que la fuerza de trabajo espiritual es una fuerza productiva capaz de crear plusvalía ideológica, y que su medida económica viene dada por la medida en que esa plusvalía inmaterial sirva de soporte a la plusvalía material: caso, por ejemplo, de los “investigadores de mercado”, los “analistas motivacionales”, los “genios de la propaganda”, los “psicólogos industriales” y los artistas y literatos al servicio del capital. (Silva, 1975, págs. 169-170)

Lo fundamental del concepto, de los dos grandes conceptos de la obra de Ludovico, es, en sí, su condición de herramientas de transformación. Elevarlos a sistema filosófico o a joyas literarias, es arrebatarlos de su lugar de acción, quitarlos de los espacios de reflexión obrera y revolucionaria, hacerlos tristes leones encerrados, tontas armas de museo. Si la plusvalía ideológica no aporta elementos de lucha concreta, si el concepto de contracultura no nos permite identificar el conflicto, la lucha clasista, llevada a cabo en contra de los elementos ideológicos de la cultura capitalista, podemos decir entonces, que nada original hay, en Ludovico, y si este es el caso, entonces, camaradas, lo perdimos para siempre.

Bibliografía

Amin, S. Eloge du Socialisme. Paris: Anthropos.

Marx, C. (1975). El Capital. Crítica de la Economía Política. México: Fondo de Cultura Económica.

Silva, L. (1975). Anti-manual para uso de Marxistas, Marxólogos y Marxianos. Caracas: Monte Ávila Editores.

Silva, L. (2006). Contracultura. Caracas: Fondo Editorial IPASME.

Silva, L. (2007). El Estilo Literario de Marx. Caracas: Fondo Editorial IPASME.



*Profesor UBV

proyectsucre@yahoo.es

PFG. Estudios Políticos y Gobierno

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